Documental testimonial animado. El circo de los payasos bigotones no es un corto de animación “normal”, ni sus autores quisieron encasillarlo en un género puntual. La historia iniciada por Tomás Alzogaray Vanella en un viejo cuaderno Gloria tiene una construcción mucho más compleja.
Pero es un corto de animación, sí, y gracias a ello logró quedar en varios festivales y el mismísimo Annecy, que acaba de comenzar su edición 2025 con ellos en la competencia oficial. Nada menos.

Hay una especie de convención en que hay que llamar al festival francés “el Oscar de la animación”, pero nada que ver. habría que hacerlo sólo para que se entienda rápido su importancia ante quien no conozca el mundo audiovisual, en general, y el de la animación, en particular. Pero no hay mucho más en común entre uno y otro.
En Annecy, a El circo de los payasos bigotones lo definen como “documental, político”. También, todo eso.

El circo de los payasos bigotones, rumbo a Annecy
Allá viajaron, desde Córdoba, Paz Bloj y Ana Comes, las dos de los tres (junto a Tomás) detrás de este proyecto animado testimonial y documental y animado y político, que en algún momento hasta propios y ajenos miraron con cierto recelo. “Annecy nos abrió un poco las puertas”, coinciden en diálogo con Cineteca.
En un país de América latina, el cuaderno de un niño cuenta de manera testimonial una serie de acontecimientos terribles que suceden dentro de El Circo de los Payasos Bigotones. Un temible circo es el centro de lo que puede considerarse un “cuento infantil de terror”, donde se relata cómo en ese lugar se realizaban trucos y torturas.
“Una carpa llena de números cínicos y perversos, donde los payasos se entretenían desapareciendo personas, con domadores y sus animalitos listos para jugar con jóvenes aterradas o realizar piruetas extremas en sus vuelos de la muerte”, aseguran en la sinopsis sobre este proyecto estremecedor.
El lenguaje es crudo y sencillo, pero más crudo que sencillo. A contracorriente, El circo de los payasos bigotones se mete en una historia que los tres quisieron contar, que hay que (volver a) contar: ambientada en última dictadura cívico militar argentina.
El por qué de cierta desconfianza que sintieron durante el proceso podrían resumirlo en que puede tener “errores”, por una forma atípica de narrar. Pero la potencia narrativa de la historia se impuso.
“No creo que sea una narración perfecta, tiene cosas que funcionan y cosas que a veces no, que nos han cuestionado. No es una historia contada perfectamente, pero hay decisiones de autor, con sus errores y aciertos, que tomamos en conjunto y fueron positivas”, dice Paz.

Ética y estética
Movimientos, líneas, trazos. Estética retro. Pero más que estética: “Lo estético acompaña, es un conjunto, lo ético y lo estético”, dice Tomás. De su participación reciente en festivales, dice que el trabajo tiene una historia para narrar… y saben narrarla.
Entre lo más difícil de este trabajo destacan el hecho de tener que tomar algunas decisiones artísticas: hasta último momento mantuvieron escenas, que luego quitaron. “Fue una decisión política, porque consideramos que es momento de que el corto llegue a más público. Nos pareció correcto hacerlo, aunque en algún momento del proceso pensamos en jugar con esa idea más perturbadora de narración”, dice Ana.
Convertir a El circo de los payasos bigotones en algo más ATP permite que se llegue a lugares impensados. En un contexto político como el actual, no sólo “en la Argentina de Milei” sino también con el avance de la ultraderecha en el mundo, parece una idea acertada.

Un nuevo lenguaje
Si tuvieran que poner una fecha en la que el cortometraje se convirtió en lo más parecido a lo que finalmente acabó siendo, es la participación en una charla del Festival de Cine de Córdoba, allá por octubre de 2023.
“Fue un encuentro que promovió el reencuentro”, dice Tomás, que asume sus dificultades iniciales para hacer el traslado de su obra gráfica a un lenguaje audiovisual, y pone esa marca en el calendario para decir que hubo un momento en que estaban “desacompasados” y encontraron el modo de seguir.
“Hemos logrado contar una temática muy difícil; incluso se ha desgastado el modo de contarla”, coinciden. A veces, los tres se solapan para decir, en consonancia. A veces, difieren. Pero el equipo funciona, y coinciden en que, si bien el germen de la obra son aquellos cuadernos de Tomás, es un trabajo colectivo.

De obra personal a obra colectiva
“Está la obra de Tomás, y todo viene de ahí, pero tiene su peso como obra colectiva. Hay algo diferente. Fue difícil el traslado de lenguaje, porque Tomi no sólo iba a animar, a producir, a dirigir en conjunto, sino que también tenía que adaptar su obra, debía ceder”, dice Paz.
Una vez aceitado el camino, todo fluyó distinto. Y de su experiencia reciente en viaje con El circo de los payasos bigotones, Alzogaray Vanella dice que redescubrió el potencial del trabajo. “Sabemos narrar”, dice, seguro.
Destaca que vio recientes trabajos muy estéticos, técnicamente impecables y asombrosos, a los que les faltaba la potencia narrativa que sí encontraron ellos, incluso en los “errores”.

Allí emergen algunas diferencias: Paz detalla que, cuando lo muestran, el corto emociona, genera cosas en el espectador. “Entre las cualidades de nuestro relato, es que hace emocionar. Hay algo que provoca, que por ahí es perturbador. Insisto en lo del error, de lo imperfecto y de lo incómodo, donde algo sucede”.
Para Tomás, en cambio, eso es técnica. No fue casual que haya pasado eso; no fue sin querer que llegamos a movilizar, fueron decisiones que tomamos”. Es fácil imaginarlos en proceso creativo. No pelean, pero no siempre están de acuerdo. Y eso es bueno. O es bueno no intentar ocultarlo.
¿Qué queda de la obra original de Tomás? “Está la esencia 100%”, dicen ellas. “Hay una cosa de relato de autor y de niño que está presente, el trazo de Tomi también, por más que estén los nuestros. Pero hay una estética muy presente”, dicen.
Dibujar, dirigir, pensar. De a tres. Parece difícil, pero el resultado muestra otra cosa: es posible dejar de lado la idea del individuo, para pensar y trabajar en lo colectivo. “En su momento, fue clave pasarnos el cuaderno. Hay algo de eso que va decantando, cuando nos dejarnos atravesar por la historia. Se potencia eso más poético, y el cuaderno se va cargando de quien lo toma”, dice Ana.

En las motivaciones de El circo de los payasos bigotones, escribieron: “Imaginar es resistir. En este trabajo, el testimonio de Tomás se transforma en obra colectiva, en una narrativa sensible que interpela desde lo íntimo y lo político. Crear este corto fue también un ejercicio de diálogo, de construcción horizontal entre tres personas que decidimos contar esta historia desde lo común. Porque creemos que otra manera de mirar y de narrar es posible, y que hacer memoria crítica y colectiva es un acto profundamente necesario en este tiempo”.
El camino hacia adelante
El corto había ganado concursos del Fondo Nacional de las Artes y del Polo Audiovisual Córdoba, pero no era suficiente. “Teníamos para unos 4 minutos, pero necesitábamos llegar a 10… y eso que cortamos mucho”, describe Ana.
Una campaña de crowfounding, plata propia, de amigos, empujaron un poco. “Había un deseo de hacer el corto que no tenía que ver con el dinero”, coinciden. Lo que pasó después de Annecy les muestra otro panorama.
Parece increíble que no lleven una valija con mil proyectos para ofrecer. Paz asegura que después de la intensidad del último año, quieren disfrutar de este proceso. “Disfrutemos lo que hicimos, digo yo”, dice ella.
Quién es quién

Tomás Alzogaraz Vanella. Córdoba, 1976. Artista multidisciplinario y gestor cultural (Argentina-México). Estudió Artes y Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba. Su trabajo se exhibió en muestras nacionales e internacionales. Fue director de arte, escenógrafo, actor y productor teatral. Coordina el centro cultural La Carpintería. Su obra gira en torno a la memoria, el exilio y la violencia de Estado.
Paz Bloj (Córdoba, 1985). Es cineasta, animadora y directora de arte. Licenciada en Cine y TV por la Universidad Nacional de Córdoba, trabajó en cine, publicidad y series de animación, destacándose por su uso de técnicas mixtas como stop motion con partículas. Codirige el estudio Bicha Animación, donde desarrolla proyectos autorales con una fuerte identidad visual.
Ana Comes. Córdoba, 1985. Es cineasta independiente, animadora y docente. Formada en la Universidad Nacional de Córdoba, desarrolló su mirada en espacios alternativos como el Cineclub La Quimera. Sus obras, premiadas en festivales nacionales e internacionales, exploran el cruce entre animación, documental y experimentación. Dirige el estudio Bicha Animación y actualmente desarrolla su primer largometraje de no ficción, Notas para prácticas incendiarias.