“Esa escena, tal como la filmamos, hoy no sería posible”. Esa fue la última frase de Sol Muñoz para una entrevista terminada varias horas antes. Se quedó maquinando cosas no dichas, que suelen aparecer en momentos inesperados: preguntas no preguntadas, respuestas no respondidas.
En este caso puntual se refiere al cortometraje Nocturno, una imagen desde un mirador en el que se ve el estadio Mario Alberto Kempes. “Ahora está cerrado, con una reja horrenda”, dice.
El mail con las fotos y la frase pone el broche a una conversación que podría extenderse muchísimo más. Por el cine, el vestuario, la moda, la dirección, los guiones, el cine otra vez. Y la política, también, que atraviesa todo lo anterior y todo lo demás, aunque intenten convencernos de las virtudes de la antipolítica.

El eje de la charla es el corto que codirigió y coescribió con Ana Apontes (tercero juntas). Lo estrenaron en Bafici y ahora se van hacia Oberhausen, Alemania, al festival de cortos más antiguo del mundo. Sería el festival de cortos más largo, pero el chiste no viene a cuento de algo que va en serio.
“Además de antiguo y prestigioso, muchos directores estrenaron sus primeros trabajos en ese festival –dice–. Se firmó allí el manifiesto de Oberhausen, que hablaba del nacimiento del nuevo cine alemán”, asegura. Aquel hecho ocurrió el 28 de febrero de 1962.
“El cine necesita ser más independiente. Libre de las convenciones habituales de la industria. Libre del control de socios comerciales. Libre del dictado de las partes interesadas”.
“Tenemos ideas espirituales, estructurales y económicas detalladas sobre la producción del nuevo cine alemán. Juntos estamos dispuestos a asumir cualquier riesgo. El cine convencional ha muerto. Creemos en el nuevo cine”.
Nada que, de un modo o de otro, no pudiera ser escrito también hoy.
Un pedazo del mundo

Parece más simple pensar qué gustó de Nocturno en el último Bafici, donde se estrenó en la Competencia Oficial Argentina, que en una pequeña ciudad alemana. “Un poco lo supongo y otro poco lo infiero de las conversaciones que mantuvimos con los organizadores del festival. Hay algo que les importa de la frescura y de la simpleza. En una conversación les dijimos ‘nuestra pequeña película’… y nos respondieron: no es pequeña. Hay una mirada sobre el mundo que no es casual, ni es pequeña”.

“Para mí, lo interesante en los cortos, lo desafiante, difícil y lindo es que en muy poco tiempo hay que dar con una idea. De alguna manera, Nocturno lo consigue: es una observación muy pequeña, breve, sobre un pedazo del mundo. En pocos minutos aparece algo de realidad”.
En un momento de la trama se ve el estadio, reconocible para cualquier cordobés y para cualquier futbolero argentino. Pero más allá de la geografía, esa historia de los dos niños que deambulan por las calles de barrio una noche es universal.
“Está filmado en el barrio donde vivo. Hubo algo que tiene que ver con la comodidad de disponer de los recursos, de filmar allí, con el apoyo de los vecinos. Eran calles conocidas, y llegamos a esos planos, a esos puntos de vista, porque eran lugares caminados por mí y por mis amigos, que son el equipo técnico y el elenco de la película”, asegura Sol.
Este corto cortito, chiquito, como le dice Sol, lo tenían pensado hace varios años siempre con Ana. “Cada vez que pasábamos por una calle o veíamos una situación decíamos, ah, esto es Nocturno, esto podría pasar”.
“Si bien es una ficción, la historia podría verse en cualquier esquina de Córdoba: un hombre trabajando, un trabajador de noche cuidando en una garita de seguridad la cuadra de un barrio. Nos interesaba marcar cómo, cada día más, las casas se protegen del afuera, del espacio público exterior, mediante rejas o guardias o alarmas o personas que los cuidan cuando llegan o se van”.
“Ese contraste –continúa– nos parecía paradójico: hay gente que requiere de esto para sentirse segura, y hay gente que vive en la calle o chicos que andan en la calle porque es lo que les tocó. Esa paradoja y ese contraste y esa desigualdad fue el punto de partida”. A Nocturno siempre lo pensaron como un recorte, una mirada. “Detenerse en un instante pequeño de algo cotidiano que teníamos cerca”.

Los trabajos anteriores también repitieron la dupla de dirección y guion, y el equipo chico: “Siempre fue Atilio Sánchez el sonidista, y Ezequiel Salinas el camarógrafo y el fotógrafo. Ahora se sumaron un par de personas más, pero el núcleo de trabajo somos nosotros. Una cosa como muy familiar”, cuenta Sol.
Familiar en todo sentido, porque los niños actores son hijos e hijas de ese grupo pequeño, y del grupo ampliado del cine de Córdoba, pero Sol se refiere a otra cosa. “Trabajamos en el cine. Yo como vestuarista, Anita como productora, con todos hemos trabajamos juntos. Hablo de esa familiaridad y de que nos conocemos, sabemos lo que el otro quiere, piensa o siente respecto de algunas cosas”.

De eso se trata trabajar con amigos, dice, de detenerse a mirar juntos los detalles mínimos del mundo.
Sol habla de los detalles y de las miradas. Mucho en Nocturno pasa por las miradas, de niños, de grandes, de quienes deambulan por la ciudad y de quienes viven en su encierro. “Es bastante explícito: están los protagonistas y alguien los mira, también está la cámara que mira y que los sigue. Pienso que eso también es como el gesto del cine: mirar al otro, la realidad del otro. Eso es lo que nos interesa como equipo. Nos sigue fascinando esta cosa de mirar lo que sucede y también filmar con niños”.

El desafío y el juego de habitar la escena
“Entendemos que los niños, por su edad y por su inexperiencia como actores, no traen consigo el oficio de actuar. Hay una cosa más verdadera de habitar la escena siendo quienes son. Hay una búsqueda de eso que a nosotros nos interesa: hay un guion escrito, hay acciones pautadas, pero después hay algo que irremediablemente sucede porque son niños y hacen lo que quieren y están ahí siendo y no actuando”, describe.
Una anécdota graciosa lo resume todo: a una de las niñas, en camino hacia el rodaje, la mamá le pregunta si está lista para actuar “en el corto de las chicas”. Ella responde que sí, e inmediatamente repregunta: “¿Qué es actuar?”.
Y ese interrogante viaja entonces más allá de Nocturno y se multiplica: qué es actuar, qué es estar en la escena, cómo habitar la escena.
Desde el inicio de la idea hasta el corto terminado hubo cambios, pero el espíritu es el mismo. El guion se modificó no solo porque los chicos hicieron lo que quisieron, en el buen sentido, sino también por otros factores. “Martín Sappia, el montajista, fue un gran compañero de trabajo. Nos acompañó en esa búsqueda que no sucedió en la primera edición, pero finalmente sucedió”.
No sabe, o no quiere saber, pero cree que fueron siete cortes. “Martín no estuvo en el rodaje, llegó con el material filmado… y tenía la distancia necesaria para no escuchar nuestras derivas, que son insoportables”, agrega Muñoz.
¿Hay un hilo que una los tres cortometrajes que hicieron Sol y Ana?
“La línea podría ser que hay niños solos. No exactamente de la misma edad, pero son niños que por distintas circunstancias pasan un tiempo solos, sin la mirada de los adultos, o sin el cuidado”, dice.
El guion a cuatro manos (“somos medio un monstruo de dos cabezas”) y la dirección también, el aporte clave de Soledad San Martín en la dirección de actores, el resto del equipo con el que transitan vida y cine acompañados, todo fue clave para que funcione ese grupo, primero, y ese grupo en función del cine, después.
¿Si eso es posible replicarlo a escala mayor? Tal vez, pero lo íntimo facilita las cosas. “Me ha tocado trabajar en equipos más grandes, como vestuarista, y si bien es más difícil que suceda, porque hay más intermediarios en la comunicación, lo ideal es que siempre la opinión del otro ayude a que el proyecto crezca, mejore, se potencie. De eso se trata el cine, que es un arte colectivo”.
Círculo virtuoso: cine, foto, moda, publi, cine
Tu carrera se conoce mucho por el vestuario, ¿por qué ponerte el traje de la dirección?
“A mí me interesa el cine, me interesan las historias. El oficio, el trabajo de vestuarista, que hago con muchísimo gusto y me sigue generando fascinación y placer, siempre estuvo atravesado por contar historias”.
Cuando terminó el secundario, en Córdoba, Sol Muñoz se decidió por el cine. Primero en Buenos Aires y después en Córdoba. Era una época en la que hacer películas era muy difícil. “Siempre lo fue, y lo sigue siendo, pero en los 90s era particularmente difícil”.
Estudió un par de años y luego comenzó a laburar en fotografía: la fotografía la llevó a la moda, donde trabajó un montón de años, y de allí a la publicidad, por otro montón de años. De la moda y el estilismo llegó al vestuario para publicidades, y allí estaba ella cuando se empezaron a filmar los primeros proyectos de ficción de una nueva etapa para el cine cordobés.
Estuvo en La sombra azul de Sergio Schmucler, y en televisión trabajó para la ambiciosa serie Edén, de Maximiliano Baldi. “Después vinieron las películas como Atlántida, Ciencias Naturales, y todas las de Inés (Barrionuevo). A partir de ahí, tuvimos la suerte de que se empezó a filmar un montón. Entonces de repente crecimos juntos con el cine que se estaba haciendo acá”. Sol dice una frase que es casi una máxima: “Yo no sabía que sabía hacer eso, hasta que lo empezamos a hacer”.

“Para mí, siempre se trató de hacer películas, de contar historias. Entonces, si bien estaba haciendo vestuario, el interés era la historia, los personajes. Cómo contás desde el vestuario, cómo ayudás o acompañás al relato. Obvio que además me interesa la moda, y la composición plástica de la imagen. Pero hay algo en el fondo que tiene que ver con contar historias, que creo que fue lo que hizo que naturalmente un día nos sentemos a escribir”.
Con Ana Apontes trabajaban en Ciencias Naturales, de Matías Lucchesi (a punto de estrenar El casero, su cuarta película), una como productora, la otra como vestuarista. Una noche, mirando una escena cotidiana que sucedía, se les ocurrió la idea del primer corto. “Escribimos ahí un guioncito y salimos a filmarlo. Pero fue a partir de estar teniendo conversaciones sobre el cine, durante un rodaje”. Se trató de Backwards (2014), sucedido en 2015 por Ciudad.
“Hay algo de esto de trabajar con amigos o con gente muy cercana que hace que se te confunda la vida y el cine, el trabajo y la diversión y el gusto. Está todo medio mezclado y sucede al mismo tiempo”, dice.
¿Hay algún trabajo que represente mejor tu mirada sobre el cine?
Responde: oh, qué difícil. No lo había pensado nunca. Hay un montón de películas en las que trabajé, películas cordobesas que me parecen buenísimas, y muchas otras en las que no trabajé a las que les tengo mucha admiración.
Tiempo de mirar
Para Sol, que el cine cordobés no sea tan visto por los cordobeses se debe a muchos factores, pero hay uno fundamental, y nada tiene que ver con regionalismos. “En el mundo, la gente no tiene tiempo para nada. Estamos apurados, en esta lógica de que todo es urgente y todo tiene que ser importante y exitoso y rentable y tiene que estar relacionado al dinero y no se puede perder tiempo ni plata”.
“Cada vez estamos más desacostumbrados a tomarnos tiempo para mirar cosas, con el tiempo que requieren. Si uno se entrega en calma a lo que una película propone, sea el tipo de película que sea, te tiene que llegar en algún momento. En el barullo mental en que vivimos, no disponemos del tiempo para sentarnos frente a una pantalla y dejar que lo que pasa nos invada o nos conmueva”, agrega.
“Fui al cine y todos miraban el teléfono. A mí me sorprende, pero puede ser que también me pase, porque estamos todos arriba de este bondi. Estamos como formateados a ver un tipo de película que no es como las nuestras”, agrega. “Las películas nuestras tienen cierta velocidad y cierto brillo y cierta imagen definida… que no es la que vienen a proponer las plataformas, y por eso puede costar más verlas”.
Ahora todo tiene que ser brillante, con mucha acción, con mucha música; una cosa llena de estímulos, describe Sol. “Por eso digo que Nocturno es chiquita, porque es un gesto mínimo, porque lo que propone es mirar algo muy pequeño en la oscuridad. Nosotros no usamos luces. Nocturno no tiene ninguna luz accesoria. Es el ojo avezado de Ezequiel (Salinas). Trabajamos con luz natural. Es una pequeña porción de tiempo, una mirada en detalle que sucede en la oscuridad, en silencio”.
Para ella, significa todo un esfuerzo, en el contexto anterior. “Hay que estar dispuesto, aunque sea 10 o los 14 minutos que dura el corto, a ver oscuridad y a escuchar silencio. Y también tiene que ver con el cine que nos interesa, que no esté lleno de parafernalia que ayude a explicarte qué es lo que sentís. Te tenés que quedar en silencio mirando lo que hay: fijate qué sentís, qué sé yo”.
Además, disfruta del “otro” cine. Re, obvio, re. De superhéroes y de pochoclo; y comedias románticas yanquis con perdedores y populares. ¿Series? Pocas. No está al día con las últimas de las que todo el mundo habla, pero deja que las plataformas le sugieren qué mirar. “Consumo con bastante poca culpa lo que el algoritmo me tira”.
El momento contemporáneo y la tradición
El vestuario es un área de la dirección de arte que está como “feminizada”. Dice Sol que “se supone” que es una tarea que hacen más las mujeres, por eso la cuestión de género no le parece tan marcada. Hasta que mira más allá y reconoce que sí, que para las mujeres es más difícil, algo que queda claro al ver estadísticas y números.
“La mayoría de las películas son dirigidas por hombres, la mayoría de los directores de fotografía son hombres, en los cargos más técnicos sigue habiendo hombres, y las mujeres ocupan los roles de maquillaje o vestuario, o producción. Pero todos estamos trabajando para que eso cambie. A lo mejor en otros mercados y esquemas de producción más grandes quizás sea más difícil, pero acá, entre nosotros, cada vez es más flexible”, asegura.
“El cine de Córdoba tiene la particularidad de que nos conocemos, de que es un entorno muy amable, muy amoroso, y chico. Entonces tenemos la posibilidad de cruzarnos en distintos roles, en el Cineclub Municipal mirando películas, o la facu dando clases. Son sectores cruzados los de la realización, la cinefilia, la docencia”.
A Sol no le parece que el hecho de que los estudiantes de cine en Córdoba vean poco cine cordobés muestre que hay “algo roto”, pero sí que es como un misterio.
“Por suerte, doy clases hace muchos años, y trato de contagiar el entusiasmo por asistir a las salas y que vean lo que se hace. Yo hago esto, vivo de esto, me encanta hacerlo, lo hago hace un montón de años y todavía me sigue provocando muchísimo placer. Está bueno conectarse profundamente con lo que a uno le gusta hacer y trabajar para eso, y eso implica también ver lo que se está haciendo, lo que hacen tus colegas. Asistir al momento contemporáneo, como decía Rosario Bléfari: salir a ver las bandas que están tocando, qué pasa en tu ciudad, cruzarte con la gente que está haciendo cosas, y hablar”.
También trata de que estén atentos a la tradición, a lo que se hizo antes. No solamente mirar lo que sucede ahora, en teatro, cine, música, libros: “Está bueno habitar el tiempo que nos toca, y además estudiar lo que hicieron antes. Por eso está bueno lo que pasa en en los cineclubes, donde hay ciclos de películas de otras épocas, o de otros tiempos. Todo enriquece la mirada, nos amplía el mundo, nos hace mejores personas, nos presenta ante las cosas de otras maneras”.
Para Sol, la pandemia intensificó el fenómeno, potenció esa fobia de salir a la calle, de estar encerrado. “Total, tenés el teléfono, la pantalla, que te permite un acceso a algo que antes, si no salías, no lo tenías. Nos achanchó: nos facilitó el acceso a cosas que suceden sin ir, pero eso hace que nos estemos convirtiendo en estos seres horrendos sin humanidad, porque no tenemos contacto con los demás. En la medida que se pueda, busco esos espacios y esos encuentros”.
Un regalo del cine de Córdoba
Volviendo al tema de género, más allá de las estadísticas, las mujeres hacen una diferencia notable en el cine cordobés. Inés Barrionuevo, Maru Aparicio… “tenemos directoras muy talentosas. Inés… todo lo que sé lo aprendí con Inés, trabajé en todas sus películas, me formé en ellas. Y Maru me parece de una inteligencia y de una sensibilidad extraordinarias. ¡Qué suerte de poder ver estas películas y tenerlas cerca y poder charlar con ellas cuando la película termina!”.
Eso es lo que le gusta de ir al cine, y es lo que trata de contagiar a los alumnos: “Muchas veces, después de una proyección tenemos la posibilidad de estar el director o los actores en la sala y hacerle preguntas y conversar. Se presentan películas en el Cineclub, con la entrada barata, y a la salida está el equipo técnico y el elenco y la directora o el director hablando. Es un regalo”, dice Sol, que enumera también festivales y encuentros cinéfilos que permiten estos encuentros.
“Al final, el cine es eso: conversar con el mundo, ¿no? Una película propone una mirada sobre las cosas y uno conversa o dialoga con esa película, generalmente en silencio. Pero si además tenés la chance de que el director esté ahí y te responda, me parece un regalo”, agrega.
A Sol le gustan las películas que se hacen en Córdoba, lo que está pasando, aún en este contexto tan difícil. “Ojalá podamos seguir filmando de alguna manera. La preocupación ahora, la amenaza, es: ¿cuándo vamos a poder volver a filmar?”.
Pensamiento colectivo
¿Somos generosos con los colegas? Ella mira, seria, y pregunta en qué sentido. En el de difundir, más allá de que haya diferencias en la mirada del cine o en otras formas de trabajar, lo que hacen otros y otras.
“Creo que sí… ¿vos querés polemizar?”, responde y se ríe.
No es la idea, pero por qué no preguntar.
“No sé si tengo una mirada muy inocente, pero puedo hablar de lo que a mí me pasa: me alegro muchísimo cuando una película se estrena, haya trabajado en ella o no, o tenga algún vínculo con las personas que trabajaron o no. Me parece siempre una buena noticia y me pone contenta porque nos hace bien a todos, a todas las películas, a todo el sector”, dice.
“Estamos en un momento en que el Estado Nacional decidió cortar todos los fondos y los apoyos al cine. Que de repente en Córdoba se hable de un movimiento y tengamos una ley de cine y un fondo de fomento o un programa de cash rebate para hacer películas, me parece increíble. Cuantas más películas haya, más gente trabaje, más se mueva alrededor de eso, mejor.
Hay un discurso instalado de que no hay que darle plata al cine, a la cultura. ¿Qué falló? ¿Qué hicimos mal?
“Probablemente, algo de la comunicación. Pero creo que es esto de que ya nadie se detiene a cotejar la verdad: es más fácil repetir eso instalado de que el cine roba o son ensobrados o con la nuestra; pero si te ponés a conversar mano a mano con alguien que desconoce el tema y le explicás cómo funcionaba el Incaa, cómo la industria del cine por cada peso que se invierte vuelve, o cómo se distribuye, es imposible que alguien no vea que eso tiene valor”.
Sol Muñoz coincide con que el problema es que nadie se detiene a escuchar, y que probablemente como sector nos hayamos equivocado en comunicarlo. “Por eso me parece importante que el gobierno de Córdoba esté escuchando al sector y esté apostando al cine como una como una industria rentable, justo en el momento en que la Nación retira los apoyos. Córdoba, y también otras provincias como Salta, Misiones, Mendoza, que tienen sus fondos de fomento y sus leyes”.
“La manera de defenderlo, entre otras cosas, es que cuanto más se haga y de mejor calidad, mejor, y eso puede suceder solo si somos solidarios, si compartimos los conocimientos con los colegas y nos ayudamos a difundir”, señala.

Una manera de resistir
Frente a la situación nacional, Sol no quiere imaginar el futuro del audiovisual en Córdoba con películas más chiquitas. Espera que no. “Me reconozco y me siento parte de los trabajadores de la cultura, y espero que se sigan haciendo producciones grandes y que den trabajo a mucha gente y que muevan mucho dinero en el en el circuito económico de Córdoba, que le dejen plata a los lugares donde se filmen, para que una película beneficie a la comunidad y no solamente a los que trabajamos directamente”, dice.
De todos modos, cree que las películas pequeñas, sin fondos, con poca plata, con equipos chiquitos, las van a seguir haciendo. Como una manera de resistencia. Porque quieren seguir contando historias. Porque les sale naturalmente juntarse con amigos y filmar. Como pasó con Nocturno.
“Espero que se sigan haciendo películas y que tengamos cada vez mayor capacidad. Pasa también que cada vez más, para que una película sea competitiva en términos de distribución o de festivales o para vender a una plataforma, debe tener una calidad técnica que requiere dinero. Para acceder a ciertas pantallas o a ciertos circuitos de distribución, hay que cumplir estándares de calidad de imagen y de sonido que son muy caros”.
“Vamos a seguir haciendo películas entre cuatro o cinco amigos, con una cámara de foto o con un celular, porque no lo podemos evitar, pero ojalá que podamos hacer películas grandes y que haya no solamente el Estado sino también privados que entiendan que el cine es un lugar donde se puede invertir y que genera trabajo y que es rentable”, cierra Sol Muñoz.
Ficha técnica de Nocturno
- Dirección y guion: Ana Apontes y Sol Muñoz
- Con: Nina Iturburu Comes, Fermín Salinas Pesce, Juan Bianchini. Luna Muñoz Spalletti, Facundo Pasqua; Azul Muñoz; Nicolás Moreno; Daniela Torres; Oliverio Sánchez; Bruna Alzogaray; Clarita Baldi; Renato Lacolla; Gino Blanc; Ana Lucía Frau y Jerónimo Lacolla. Nube (perro).
- Imagen: Ezequiel Salinas
- Sonido: Atilio Sánchez
- Montaje: Martín Sappia
- Asistente de dirección: Octavio Bertone
- Locaciones: Dalmira “Nani” Tobal
- Dirección de actores: Soledad San Martín
- Producción: Ana Eva Mocayar y Martín Heredia Troncoso
- Distribución: Films to Festivals (Gisela Chicolino)